Algo se está cociendo en el gigante chino. Su alta activida en internet muestra el malestar de una sociedad que tarde o temprano esta abocada al cambio. La pregunta es; cómo sucederá este cambio? se hará de una forma violenta como en la primavera árabe, o se irán introduciendo libertades de manera paulatina y así evitar una revolución que si se produjera sería el desmembramiento de lo que ya es la primera potencia del planeta.
Muy interesante el blog de Angel Villarino en Cotizalia:
Hace poco supimos que los usuarios de microblogs chinos se han multiplicado por cuatro a lo largo de 2011. Cerca de 300 millones de personas,
en su mayoría jóvenes, utilizan ya herramientas similares a Twitter
para compartir información, enlaces y opiniones. El Gobierno chino, por
supuesto, trata de controlarlo, pero sus esfuerzos no parecen
suficientes para frenar la avalancha. Así, por ejemplo, no se han
detectado cambios importantes en la cantidad o el tono de los
comentarios desde que se obligó a los usuarios de Pekín y Shanghai a identificarse con su nombre real y su documento de identidad a finales del año pasado.
Cierto es que en los microblogs chinos, los llamados weibo,
hay toneladas de información irrelevante, tanta como en cualquier otro
país. Pero en medio de la trivialidad brota la crítica feroz, el
sarcasmo, las propuestas concretas y otras actitudes que lindan con el
activismo social y político. Las redes, por ejemplo, entran en
ebullición cada vez que los niveles de contaminación de la capital se
disparan. Cuando ocurre, que es muy a menudo, se suceden miles de
comentarios como éstos:
“Menos mal que tenemos a la embajada de Estados Unidos para informarnos de los niveles reales de contaminación. ¡De lo contrario no nos enteraríamos nunca!”
“Pekín
cada vez está más contaminado y al mismo tiempo cada vez es más caro
vivir aquí. ¿Qué nos están haciendo? ¿Y por qué somos tan tontos?”
“Un Gobierno que nos lleva a esta situación debería ser simplemente derrocado”
“Pekín te da la bienvenida. Ya te puedes envenenar respirando”.
“¡Pekín es como la cámara de gas de un campo de concentración nazi!”
En sus salivazos de 140 caracteres, los microblogueros no sólo hablan de contaminación, también de corrupción, de malgobierno, de injusticias, abusos laborales… incluso de democracia. Generan una suerte de ‘opinión pública’ y desmienten esa percepción extendida en el extranjero según la cual los chinos no se quejan de sus dirigentes ni se plantean la legitimidad de su Gobierno.
En los últimos meses, y especialmente a cuento de la Primavera árabe,
se ha hablado mucho del poder de las redes sociales y otras
herramientas de intercambio de información como Twitter para detonar y
alimentar revueltas populares. Parece remota la posibilidad de que en
China ocurra algo parecido a lo que sucedió en Túnez o Egipto, a pesar
de la creciente conflictividad social y de levantamientos como el del pueblo de Wukan,
donde se utilizaron las redes sociales para difundir información, fotos
y vídeos. Allí se demostró, una vez más, la preocupación con la que
observan las autoridades chinas la libre difusión de información en
Internet. En Wukan no se hizo finalmente uso de la represión policial,
pero sí del aparato censor, prohibiendo incluso teclear el topónimo en
Internet.
Quizá más importante que su eficacia a la hora
de incitar un levantamiento es la capacidad de Internet para modificar
el modo de entender el mundo y relacionarse. Y eso sí que se está
produciendo en las ciudades chinas con una velocidad e intensidad
incluso superior que en el resto del mundo. Los jóvenes les hacen
cada vez menos caso a los medios de comunicación y acuden masivamente a
fuentes alternativas para enterarse de lo que ocurre. Es más o menos
lo que está ocurriendo en Occidente, pero multiplicado por diez. No es
extraño que este tipo de herramientas de información libre sean aún más
seductoras en un ambiente fuertemente censurado en el que la
“información profesional” está muy controlada por el poder y tiene su
credibilidad por los suelos.
Una de las reflexiones más inteligentes al respecto se la escuché a la cantante chino-americana Helen Feng
en una reciente entrevista que le hice en su estudio de grabación de
Pekín. Aunque nació en China, Helen se ha educado en Estados Unidos y
eso la coloca en una posición privilegiada para comparar a la juventud
del gigante asiático con la occidental. Desde su punto de vista, los
chinos están mucho menos pegados a la corriente dominante, al mainstream, que sus coetáneos en Estados Unidos.
“Creo que los estadounidenses, incluso los que se creen más modernos, siguen comiendo de la mano de los medios tradicionales.
Aunque los lean por Internet, eso no cambia nada, siguen a la industria
mayoritaria. Incluso en las redes sociales, lo que enlazan mis amigos
americanos son noticias de medios conocidos. En China es diferente. Aquí
la mayoría de la gente joven pasa completamente de los grandes medios.
Su mundo está en Internet y ahí intercambian y buscan de todo en blogs,
páginas alternativas, archivos, informes.... Sé que suena raro, pero creo que los jóvenes internautas chinos van por delante, son la vanguardia.
Siempre se habla de Sina Weibo como una copia de Twitter, pero hay
otras herramientas que no existen en Occidente, como Douban, donde se
pueden compartir películas, partituras, música y todo tipo de archivos
con una agilidad fantástica”.
Helen ilustra su argumentación con una metáfora muy bien construida. “A la hora de informarse, los jóvenes chinos son ratones entrenados para encontrar el queso en un laberinto complicadísimo,
en el que se tienen que esforzar y pasar horas buscando para llegar a
encontrar lo que les gusta. A los ratones occidentales, sin embargo, les
ponen delante montones de comida de aspecto suculento. Y sólo tienen
que alargar la mano para hacerse con ello”.
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