jueves, 8 de septiembre de 2011

Triste destino para la humanidad. ¿Para cuando la tercera guerra mundial ?

Un buén artículo de Gaspode en su blog "Un kilo de palabras" 

Sobre la población mundial y la tragedia de los comunes

El incremento de la población humana en los últimos 200 años es un fenómeno inédito en nuestra historia que coincide con la llamada “era de los combustibles fósiles”, precisamente porqué coincide con el inicio del uso del carbón y, más tarde, del petróleo y del gas natural. Basta con fijarse en el gráfico de evolución de población, cuya escala queda prácticamente inservible comparando la población actual.

Gráfico de población mundial desde el 10.000 a.C. al 2000 d.C

De hecho, este gráfico ya se queda corto, puesto que el World Population Clock ya marca cerca de 7.000 (http://www.census.gov/population/popclockworld.html) y con un incremento de 8 millones de personas diarias, la fecha prevista para rebasar tal cifra es entre marzo y abril del año que viene, así que lo oíremos más de una vez en los medios.

¿Y hacia dónde vamos? ¿Cuáles son las probables consecuencias de un incremento exponencial de población en un entorno de recursos limitados?

Un experimento natural y a pequeña escala que ilustra las posibles consecuencias de dicho crecimiento desproporcionado es el famoso caso de la isla de St. Matthew. La historia contada con dibujos (altamente recomendada su lectura) está disponible en http://www.recombinantrecords.net/2011/02/09/st-matthew-island/ y un estudio detallado del caso en http://dieoff.org/page80.htm). Para no extendernos y que nos valga para el análisis, vamos a resumir el caso:

La remota isla de St.Matthew se encuentra en el mar de Bering, en Alaska. Sin embargo, era un enclave relativamente estratégico para la guerra fría. Cuando los americanos establecieron una base para dicho fin, en 1944, se introdujeron 29 renos a la isla para servir de alimento de emergencia. La isla fue abandonada unos años más tarde, con los renos abandonados a su suerte. La isla era riquísima en líquen, el alimento principal de la dieta del reno, con lo que 13 años más tarde, cuando unos investigadores visitaron la isla, la población había subido de 29 a 1.350 ejemplares. Los renos eran fuertes y gozaban de excelente salud. En 1963, en otra visita, la población había llegado ya a los 6.000. Pero los renos se habían acabado el líquen, y ya sólo quedaba hierba, con lo que los ejemplares presentaban problemas de salud y estaban mucho más delgados. En 1966, sólo 3 años más tarde, sólo quedaban 42: 41 hembras y un sólo macho infértil. En los 80 ya no quedaba ninguno.

 

Población de renos en la isla de St. Matthew. Parecido al anterior, ¿cierto?

En definitiva, y cito a las últimas viñetas de la historieta, los inexplotados recursos naturales disponibles en la isla habían sido la fuente de prosperidad de los renos y también las semillas de su destrucción. La isla era tan grande, sus recursos tan inmensos.. “

¿Y cómo de grande es nuestra isla? El experimento natural de St. Matthew fue citado por Garrett Hardin como un ejemplo paradigmático de las consecuencias de la sobrepoblación en su ensayo “An Ecolate View of the Human Predicament”. Esta sería básicamente su visión sobre el fin de la humanidad por esta causa, y tiene partes muy interesantes también sobre el concepto del reparto de riqueza (países ricos/pobres). Pero si bien vale la pena darle una lectura, es denso y no nos vamos a separar del tema que nos ocupa. Este ensayo, no obstante, se basa fuertemente en un dilema que él mismo presentó en 1968 y que fue publicado en la revista Science. Su dilema era el siguiente:

Imaginen una pastura que comparte un número cualquiera de pastores. Cada uno de ellos tiene un número determinado de animales. Además, cada pastor observa que, individualmente, si añade un animal a su rebaño:
-      Como todos los beneficios que procure ese animal van al pastor, el beneficio positivo es de prácticamente +1-
-      El elemento negativo va relacionado con el hecho de tener un animal más en un pasto limitado. Como, sin embargo, este efecto repercute sobre todos los pastores, el efecto negativo es -1/N, dónde N es el número de pastores. Es decir, individualmente sólo sufre una fracción de este efecto negativo.
Entonces el pastor, de forma totalmente racional, concluye que tiene que añadir otro animal a su rebaño. Y otro. Y otro, indefinidamente.

Este dilema ya tenía como referencia la argumentación de Aristóteles contra una propuesta de Sócrates a favor de la propiedad común:

“El sistema propuesto ofrece todavía otro inconveniente, que es el poco interés que se tiene por la propiedad común, porque cada uno piensa en sus intereses privados y se cuida poco de los públicos, sino es en cuanto le toca personalmente, pues en todos los demás descansa de buen grado en los cuidados que otros se toman por ellos, sucediendo lo que en una casa servida por muchos criados, que unos por otros resulta mal hecho el servicio.

La conclusión a la que racionalmente llega cada pastor que comparte el pastizal es la de añadir animales. Ahí es dónde está la tragedia. Cada hombre está bloqueado en un sistema que le permite (y prácticamente le impulsa a) incrementar su rebaño ilimitadamente en un mundo limitado. La ruina es la destinación a la cuál se dirigen todos los individuos, dónde cada uno sigue su propio interés en una sociedad que cree en la libertad de los bienes comunes. La libertad en los comunes nos lleva a todos a la ruina.

Para adaptarlo al ejemplo demográfico, el problema estaría quizás ejemplificado más claramente si se pensara, en lugar de un número dado de pastores que incrementan su ganado, en un incremento del número de pastores —producto del crecimiento demográfico— todos ellos con los suficientes animales como para mantener a sus familias. El resultado sería, al fin, el mismo.

Como vemos, el paradigma se puede adaptar fácilmente, pero Hardin prefirió centrar la atención en el uso de recursos naturales extensos pero limitados (tales como la atmósfera y el océano) pero al mismo tiempo lo contrasta con el concepto de comunes negativos (como la polución) argumentando que la incapacidad de solucionar el problema del uso racional restringido de recursos comunes conlleva la introducción de costos comunes.

Es cierto, no obstante, que el paradigma debería ser más correctamente llamado “Tragedia de los comunes desregulados” puesto que lo que sugiere Hardin, en resumidas cuentas, no es nada más que el control específico sobre estos bienes. Algo en lo que ha habido más tímidos intentos (estilo protocolos de Kyoto y demás) que resultados reales.

En todo caso, el problema acaba girando y dando vueltas entorno a la compleja relación entre libertad y responsabilidad, con lo que el abanico para el debate es más que amplio. El dilema representa un ejemplo de trampa social (es decir, una situación en la cual uno o varios individuos de un grupo actúan para obtener un beneficio individual a corto plazo, tal que a la larga lleva a la comunidad a pérdidas en su conjunto). Algo muy actual en muchos ámbitos (sólo hace falta leer la sección de Economía de cualquier periódico).

Para cerrar el círculo en el que nos hemos metido, sólo usaré textualmente las palabras de Barry Schwartz (en su artículo Tyranny for the Commons Man en The National Interest):

¿Cómo escapamos del dilema en el cual muchos individuos actuando racionalmente en su propio interés destruyen un recurso compartido limitado?… Ahora estamos confrontando la tragedia del común global. Hay una Tierra, una atmósfera y una fuente de agua, y seis mil millones de personas compartiéndolas. Malamente. Los ricos están sobreconsumiendo y los pobres no pueden esperar a unírseles.

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