La situación, como puede verse, no parece aún desesperada, pero sin
embargo vemos que multitud de analistas nacionales e internacionales
hablan del “problema español” y que las presiones internacionales para
que se estabilice la deuda pública son enormes. Es más, a partir del
otoño pasado los inversores extranjeros han comenzado a huir precipitadamente de la deuda española,
vendiendo más del 21% de la deuda que poseían, tendencia que ha ido
acentuándose durante este año, como se puede ver en el gráfico.
Estas ventas han sido compensadas por las enormes compras de la banca
española, que ha utilizado el dinero obtenido en el Banco Central
Europeo para ello (lineas azul y amarilla). Es decir, que la deuda española ha quedado prácticamente fuera del mercado y ahora mismo dependemos casi exclusivamente del BCE.
Ésta, y no otra, es la razón de que la prima de riesgo haya subido con
tanta fuerza en los últimos días, pues la banca al parecer está agotando
el dinero obtenido en el BCE y no es capaz de cubrir ya las nuevas
emisiones y las ventas que los extranjeros están haciendo en el mercado
secundario (donde se compra y se vende deuda ya en circulación).
Luego el problema real es que por alguna razón los inversores
extranjeros han empezado a “vender España”, algo que parece estar
ocurriendo también en la Bolsa española. ¿Y por qué está ocurriendo
esto?
En teoría económica se han estudiado mucho las crisis de deuda
pública y son bastante bien conocidas las circunstancias en las que los
inversores comienzan a exigir cada vez más interés para comprar la deuda
de un país. Esto ocurre fundamentalmente cuando aumenta el riesgo de
quiebra (o impago de la deuda) percibido por estos inversores. Entre los
inversores existen instrumentos de inversión que miden el riesgo de
quiebra percibido por los mercados. Estos instrumentos se llaman CDS
(Credit Default Swaps) y son básicamente seguros de riesgo de impago muy
similares a los seguros domésticos que cualquier particular pueda tener
contratados, con la particularidad de que se pueden vender y comprar.
Los CDS nos están diciendo que la situación de España ha empeorado muy
notablemente en los últimos meses, pasando del 20% de riesgo de quiebra
en mayo del pasado año a casi el 34% actualmente. Es decir, estamos en
la misma situación que estaba Portugal hace poco más de un año. Y
recordemos que el bono portugués a 10 años se paga ahora mismo a más del
12%, lo que lógicamente es un nivel absolutamente insostenible para las
finanzas de cualquier país con los niveles de deuda e inflación que
tienen los países de la zona euro.
El problema de este aumento de la desconfianza viene
básicamente porque los inversores piensan que los ingresos futuros del
Estado no serán suficientes como para atender los pagos de la deuda.
Esto ocurre por dos motivos. El primero es porque la deuda sigue
aumentando con fuerza. El pasado año fueron concretamente 51.000
millones más. El segundo es que los ingresos del Estado no aumentan como
sería necesario para garantizar el pago de esta deuda. El pasado año
los ingresos se redujeron en más de 4.000 millones hasta 377.000
millones cuando en 2007 fueron 433.000 millones. Recordemos que en este
intervalo la deuda se ha duplicado.
Realmente estos dos problemas tienen el mismo origen, que es la falta
de crecimiento económico. Esto es lo que hace que los ingresos fiscales
no crezcan y que el mantenimiento de la estructura del Estado obligue a
incurrir en elevados déficits públicos que aumentan la deuda.
Y aquí es realmente donde empiezan los problemas. El
pensamiento dominante en la Troika dictamina que la situación viene
dada porque España ha perdido competitividad porque los salarios han
subido mucho respecto a Alemania, porque tiene un sector público
exageradamente grande. Por lo tanto, en la mentalidad de la Troika,
bajando salarios y desmantelando parte de la estructura del Estado todo
volverá a su cauce correcto, la economía española crecerá y los mercados
volverán a confiar en nosotros.
Pero es muy dudoso que este diagnóstico sea correcto. Aunque es
cierto que los salarios españoles han crecido más rápido que en
Alemania, los salarios sólo son una pequeña parte de los costes totales
de producción de nuestras empresas exportadoras. Estos precios de producción realmente están en el mismo sitio en que se encontraban en 1999 respecto a Alemania.
Es más, las exportaciones españolas han crecido tanto como las alemanas
desde ese año, y mucho más que en Francia, Italia o Reino Unido.
Los costes salariales de las empresas industriales (nuestros
principales exportadores) apenas suponen el 10% de los costes totales,
por lo que una rebaja salarial del 10% apenas bajaría sus costes totales
un 1%, algo que evidentemente poco puede impulsar nuestras
exportaciones y nuestra actividad económica.
El desmantelamiento de parte de la estructura del Estado es otra de las exigencias de Bruselas,
pues creen que con esto se reducirá el déficit y los mercados
recuperarán la confianza. Pero una vez más es muy dudoso que esto
suceda. La deuda pública es el medio fundamental por el que ha estado
entrando capital extranjero en España desde que estalló la crisis, por
lo que una reducción del gasto público tendrá unos efectos contractivos
muy importantes sobre la economía, dado que apenas liberará capital para
su uso en el sector privado. Esto no sólo no aumentará la confianza
sobre nosotros sino que la empeorará.
Nos encontramos, pues, en un callejón sin salida. Si
obedecemos a la Troika estaremos abocados casi con seguridad a un
rescate que nos llevará a una situación “a la griega”. Y si no lo
hacemos en pocos meses estaremos en una situación de quiebra técnica,
pues como hemos visto dependemos ya en exclusiva del del BCE y
lógicamente éste ya no nos financiará si no cumplimos con sus
exigencias.
¿Qué salida nos queda? No nos podemos engañar. Las locuras cometidas
por el entramado partidos-banca-grandes empresas durante los últimos 15
años nos han colocado en una situación de insolvencia como país. No
podemos pagar la enorme deuda exterior neta de 1 billón de euros
adquirida durante estos años por los sucesivos gobiernos. Pero contamos
con una ventaja, que es que nuestra enorme deuda hace que nuestra
capacidad de negociación, paradójicamente, se vea reforzada. Es urgente
negociar una quita de la deuda, que se debería aproximar al 50%, así
como un fuerte plan de inversiones por parte de Europa para relanzar
nuestra economía productiva. Si este acuerdo no fuera posible, debemos
recordar que aun a día de hoy la mayor parte de nuestra deuda exterior
es privada, por lo que si estos bancos que mantienen la deuda con el
exterior no pueden responder de sus obligaciones debe dejarse que
quiebren, con un plan paralelo para que una banca pública vaya retomando
sus funciones.
Si Bruselas nos pusiera en una situación imposible debemos recordar
que siempre nos queda la opción de abandonar el euro. Pasaríamos unos
meses malos, es evidente, pero la experiencia de otros países nos
demuestra que la memoria de los mercados es corta y que en poco tiempo
volveríamos a una situación de normalidad.
Pero lo más importante de todo es entender que el gobierno español no
está defendiendo los intereses de los ciudadanos, sino los de los
partidos, bancos y grandes empresas. Éstos son opuestos a los de la
población, e implican la transferencia de enormes cantidades de riqueza
de los contribuyentes a la banca, el mantenimiento de los privilegios y
de las redes clientelares y de corrupción de los partidos y el de los
privilegios de las grandes empresas que se ven con las manos libres para
extorsionar a los clientes gracias a las regulaciones hechas ex profeso
para protegerlas. Este destino que nos tienen reservado también incluye
la permanencia en el euro a costa de lo que sea, pues la banca y
grandes empresas sufrirían enormes pérdidas en ese escenario.
Por ello, y si queremos evitar este saqueo que reducirá a la miseria a una gran parte de la población y rebajará enormemente el nivel de vida del resto, es imprescindible que los ciudadanos nos movilicemos
con el fin de conseguir un cambio de régimen para que éste sea
realmente democrático y con un gobierno que gobierne realmente en el
interés de la mayoría. La situación anterior a la crisis nunca volverá,
porque se basaba en una riqueza ficticia que se ha esfumado para
siempre. Pero podemos exigir que el empobrecimiento, inevitable, se
reparta de una forma equitativa. La mayor parte del daño que quieren
infligirnos está por hacer. Aún estamos a tiempo de evitarlo
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